No sé si queréis saber. No sé si quiero enseñar.

No sé si será que estoy equivocado como decían los médicos o si será que salvaré a cientos de miles, como decían mis sueños. Os pido mientras que no me toméis por loco. Si lo estoy, seguro que yo seré el primero en tenerles informados. Tírenme con silla y todo al cubo de basura y celebren como no celebraron nunca. Y yo reiré de purita alegría desde la mierda. Mientras tanto, lean con los ojos bien abiertos igual que los ahogaditos.

miércoles, 24 de agosto de 2011

SEÑALES

Alguien está siguiendo a Brau con mucha hostilidad a través del otro mundo. Somos nosotros los que insistimos en que no se arriesgue, porque él parece preferir enfrentarse de una vez a lo que sea que tenga que venir.
Con respecto a mi sombra, tenemos malas noticias. Al parecer, su primer instinto radica en volver a ser lo que era, esto no es más que de carne y hueso. Brau ve imágenes de acecho y sangre. No sabemos cómo pretende mi sombra oráculo hacerse de nuevo de carne y espero que no sea a través de la carne de otros.
Aunque me temo que así sea y que es mejor que los que lean esto se cuiden de una nueva amenaza. Porque podrá entrar por las rendijas de las puertas y no podréis pararlo así ni con balas.
No tenemos idea de cómo podéis protegeros de esa cosa, aunque sólo se me ocurre que le habléis. Que le digáis que la estoy buscando y que pronto me reuniré con ella.
Lo siento.

domingo, 21 de agosto de 2011

BRAU, ADELA Y YO.

No llevamos un rumbo determinado. Brau nos está guiando. Adela viene con nosotros. Ahora es como si Brau y ella se acabaran de conocer y se gustasen por motivos distintos.
Brau está recuperando poco a poco la mínima fortaleza física para viajar y sólo entra en su mundo espiritual unas horas a la noche. Lo hace mejor que antes y necesita menos tiempo para ayudar a más gente, para hacer más cosas, a poco como si fuera el personaje este de Matrix que iba dándose cuenta de que podía doblegar el mundo a su antojo.
Y también se mete pocas horas porque le están persiguiendo al otro lado y es peligroso que se muestre tanto.
Aún no he dicho por qué estamos de camino. Es como que se me olvida que no todos los que me leéis habéis estado en Tarifa o en Santa Elena.
Rebeca, al tocarme, robó mi poder pero, antes de devolvérmelo, robó el de otra persona, un espía que quería sabotearnos. Entonces, mi poder, lo que fuese mi Nuiz, se perdió o quedó perdido, que bien se puede decir. Pero mi Nuiz no es cosa nueva, no me vino de repente sino que ha estado conmigo muchos años y, según dice Brau, tiene mi molde, mi molde de inteligencia y de forma y está en alguna parte haciéndose carne, haciéndose oráculo.
Me siento como debió sentirse Peter Pan cuando perdió su sombra, pero una cosa me consuela. Si mi Nuiz se ha hecho carne y es efectivamente un oráculo, no hará falta que yo tenga terribles visiones para que obtengamos información. Sólo hará falta consultar al oráculo.
Seguimos en marcha, buscándolo, a caballo, siguiendo la brújula de Brau, protegidos por su nueva vieja novia Adela.

miércoles, 17 de agosto de 2011

CÓDIGOS Y RESPIRACIONES

Todos aquellos que estéis habilitados para usar RedSegura habréis recibido en vuestros correos un la mitad del código que tendréis que combinar con el código que recibimos todos en Santa Elena. Hasta entonces, buena suerte.

martes, 16 de agosto de 2011

SANTA ELENA

Estamos desmontando Santa Elena por motivos de seguridad.
Nuestro sistema de comunicación ha cambiado y nuestros recursos para capturar a los espías van a cambiar, radicalmente.  Ya que Rodrigo abrío el melón, como dicen ustedes, a partir de ahora se autoriza la tortura y la pena de muerte para los espías.
Rebeca Goyri actuó bajo su cuenta y riesgo en una situación dolorosa, pero de un modo completamente egoista e inconsciente y será retenido y evaluada durante tiempo indefinido durante el cual se supervisará también cualquier comunicación que quiera tener a través de su ordenador.
A partir de ahora, y hasta que arreglemos la situación, vamos a modificar aspectos cruciales para asegurar nuestras redes de comunicación mientras seguimos investigando dónde puede haber sucedido la llegada del Rey y qué consecuencias están teniendo.
Hasta próximo aviso, recomendamos no usar los modems especiales para comunicar nuestra situación ni ninguna misión que nos haya sido encomendada.
Si buscáis ayuda en Santa Elena, ya no la encontraréis allí.
Hasta próximo informe, ¡aguantad!

martes, 9 de agosto de 2011

UNA TERRIBLE VICTORIA

Hoy me he levantado antes del alba y he podido burlar la vigilancia de Pilar y de Rosario, a las que han puesto custodiando mi lecho en mi tienda de campaña para que no mueva la cabeza de la almohada. Aún así, Rosario había protestado anoche diciendo: “Vamos… quien va a querer matarse escribiendo…”.
Supongo que alguien que quiere contar por qué no quiere seguir viviendo.
Bien, tengo poco tiempo.
Brau estaba coordinando a varias personas para un ataque definitivo dado que nuestras bajas eran muchas y Blanca, por uno u otro motivo, había sobrevivido al dragón pero había perdido el control sobre los nagishi.
Como yo no sabía exactamente lo que pasaba concentré mi vista en el objetivo. Al cabo de unos segundos pude ver que, agarrada al molino de viento, a una buena altura, estaba Ella, como la llamó Tolkien. Una araña mucho más grande que un hombre con la cabeza brillante de ojos y de veneno. Ella dirigía la defensa. Era imposible que un francotirador pudiese concentrarse lo suficiente para alcanzarla pero, aún así, una bala seguramente habría sido inútil.
Me fijé en que los 20 motoristas que se habían reservado custodiando los explosivos no podían avanzar, hostigados por los nagishi, y que un reducido contingente de bankeets  se acercaba a ellos. Sólo un ser como la Araña podía saber lo que nos proponíamos y, sin duda, gracias a los espías que nos habían sido enviados.
Proveniente de la batalla, llegó junto a nosotros un viejo maestro de artes marciales que luego supe que se llamaba Gaetano. Estaba escoltado por Lucas Drill y dos de sus alumnos. Se puso a buscar algo en una de las furgonetas y decidí prestar atención a la batalla.
En el cráter que había dejado Rolando al caer tras su enfrentamiento con el dragón, muy cerca de su enorme cuerpo, estaba Rebeca. Encogida sobre el cuerpo de su amado. Desde el centro de la refriega cuerpo a cuerpo llegaban hasta ella tres bankeets que se movían lentamente, como si estuviesen heridos o quisiesen pasar desapercibidos. Cogí mi carabina de caza y apunté hacia allí, para intentar retrasarlos. A través de la mira telescópica pude ver que el joven Jon llegaba a la carrera junto a su madre. La cogía por debajo de los brazos para intentar alejarla del peligro, pero Rebeca pataleaba intentando quedarse en el cráter. Disparé a uno de los bankeets y acerté en una pierna; éste se quedó parado poco menos de dos segundos. Jon seguía tirando de su madre pero casi no conseguía arrastrarla. Andy y un par de hombres llegaron hasta allí con sus antorchas e intentaron enfrentarlos, pero salieron rodando por el suelo a golpes. Volvía a disparar y de nuevo acerté al mismo bankeet en la misma pierna y creo que se la arranqué, aunque no pude estar seguro. Jon llevaba a su madre a rastras y ésta parecía inconsciente. Luego supe que había sido él quien la había golpeado para poder dominarla. Cosas que habían vivido en los últimos días quizá le hicieron más fácil darle ese golpe. O quizá fue el amor.
Entonces me di cuenta que Gaetano, el maestro, estaba a pocos metros de mí y llevaba un arco. Se había situado totalmente de lado con respecto a su objetivo. No tenía ninguna prisa. La punta de la flecha se elevaba milímetro a milímetro. Luego descendió un poco. Cuando estuvo para más de 10 segundos, uno de sus alumnos encendió la flecha con una antorcha. Ésta ardía tan rápido que debía estar impregnada de combustible. Gaetano no se inmutó más que para soltar la cuerda. La flecha pasó por entre los nagishi describiendo una parábola tan alta y perfecta que parecía una exhibición de fuegos artificiales. Impactó por fin en la Araña y ésta, en silencio, comenzó a deslizarse hacia el suelo envuelta en llamas. 
Todos los monstruos que enfrentábamos, en ese momento, giraron la cabeza durante un segundo.
Oí un grito de guerra. Rodrigo se alzaba sobre su caballo, alzando la espada, la espiga de trigo, y gritaba: "¡A mí!".
Y cabalgó hacia delante. Estaba loco, pero nos volvió locos a todos. Di un beso en la frente a Brau y me lancé hacia delante pateando las ancas de mi caballo. Yo también grité. Los motoristas que quedaban vivos gritaron y pude ver, antes de meterme en la batalla, que una sola motocicleta estaba bordeando la colina acercándose al objetivo con las luces apagadas.
Supe que era Pilar y sentí a la vez miedo, orgullo, y una risa salvaje que me salía a borbotones.
Pilar, la chica invisible, debía ser la que llevaba los explosivos. Recé porque Brau la estuviera protegiendo desde le mundo de las sombras y saqué el revólver metiéndome de lleno en el reducto de bankeets. Recuerdo que mi caballo pateó en sangre.
Recuerdo la pólvora y los gritos.
Algo me golpeó en la cabeza y caí al suelo. Por supuesto, no podía levantarme.
No había dejado de reir y la imposibilidad de levantarme hizo que me riera más alto y más fuerte. No sé cuántos demonios quedaban en pie ni cuantos pájaros seguían matando desde los cielos ni cuántos de nosotros seguían vivos.
Estaba yo solo; y la sangre.
Me apoyé en los codos y pude ver, aunque borroso, a un sólo bankeet, sólido como una montaña, apuntándome con algo parecido a una cimitarra. Creo que le faltaba un brazo. Me apuntaba como quien observa los condimentos antes de cortarlos. Levantó la cimitarra y alguien se puso delante. Andy. No llevaba ningún arma encima, ni siquiera su violín. No temblaba cuando dijo: "a él no".
Entonces la hélice, el diente del diablo, explosionó y todo fue blanco para mí.
Desperté encima de una ranchera y a mi lado estaba Andy, con una venda en el pecho y en el brazo, sonriéndome. También estaba Brau, sentado como en la posición del loto, sereno, mirando el campo.
Estaba amaneciendo y pude ver toda la muerte y la destrucción y los restos del objetivo, y del dragón, y de mis hombres y de sus engendros.
Dije: "han muerto todos, ¿verdad?".
Andy negó con la cabeza, sin dejar de sonreir.
Entonces llegó una pareja a la ranchera; Rebeca y Jon, cogidos de la cintura, tristes, sucios, ensangrentados y unidos como el calor y la llama.
Rebeca dijo: "No han muerto todos, corazón. Sólo Rolando".




Dicen que he estado a punto de morir, que he perdido líquido cerebral y que tengo algunas costillas rotas; un traumatismo craneoencefálico, y que es imposible que pueda incorporarme y escribir.
¿Imposible? Puede ser.
Pero sé, y juro aquí y ahora, que lo imposible no será más que una valoración de daños en mi mente. Que, a partir de ahora, haré lo imposible por ser al menos la mitad de hombre que fue Rolando mientras vivió y en el modo en que murió por nosotros.
Hemos vencido y sé que él sonríe en un cielo que debe ser como un infierno de poder y llamas azules.
Lo siento mucho, Rolando. Somos los únicos que hemos vencido.
Los otros objetivos siguen en pie y el Rey está entrando en nuestro mundo.

lunes, 8 de agosto de 2011

La batalla y la reunión.

Ha sido una reunión larga... pero debo seguir escribiendo. Además no quiero pensar en ella.
Uno nunca sabe. Ahorita puede dejar su huella y mañana mismo se las borran.
Como decía antes... sí, como decía antes, nuestros héroes sobrenaturales se enfrentaban a los crueles bankeets que más parecían pequeños dioses aztecas que grandes demonios. Y los nagishi voladores estaban picoteándose entre ellos, como aturdidos, no hacían nada, y todo esto gracias a que Blanca Cueto, la Matagigantes, los controlaba con gran esfuerzo gracias a las bolas de los monoi. Estaba al lado su Enrique y la guardia de los muertos, con Rodrigo controlándolos desde su caballo.
Nuestros caballeros de córceles de carne y de metal esperaban en los flancos y los que estaban armados a veces disparaban.
El ejército de la mano vacía entonces comenzó a pasar a la carrera con los cuerpos agachados como si corrieron ocultos en un maizal en dirección al enorme y blanco molino, estilizado como la hélice de un barco e inalcanzable como una pesadilla: nuestro objetivo.
Pero entonces reaccionó el monoi con un rugido que despertó incluso a Brau. Se agarró a mi brazo y me dijo: "¡Ha cambiado!". Y había cambiado. Desplegó unas enormes alas que levantaron la hoja y el polvo ya avivaron las antorchas. Se elevó en el cielo y supimos que había recibido una orden porque después de alcanzar su cenit comenzó a caer en dirección a Blanca. Rodrigo gritó: "¡Hasta la muerte!" y se puso delante de Blanca. El caballo se encabritó y estuvo a punto de tirarlo. Sus fieles temblaban, sus manos hacían temblar sus machetes, agujas frente a la montaña alada que les caía encima.
Ni siquiera yo, desde la colina, pude ver el relampago azul que salía de la batalla como la estela de un heraldo divino, no hasta que estuvo junto a Blanca, que seguía con los ojos cerrados. El monoi pasó junto a Rodrigo y su espada como si no estuvieran, mandándolos al suelo como si fueran paja. Abrió la boca para acabar con Blanca pero ese relámpago azul se hizo persona, se hizo Rolando cortando con su espada ardiente. No pude ver más que una explosión y el monoi gritó y se llevó a Rolando en sus garras. Íntentó morderlo pero recibió otro golpe de la espada y volvió a gritar y lo lanzó desde más de cien metros. Rolando cayó provocando una gran explosión. No pude aguantar más y espoleé mi caballo hacia allí. El monoi, el dragón, volvía a lanzarse desde el aire como si quisiera zambullirse en el cráter de la caída de Rolando.
Pero Rolando ya no estaba solo. Rebeca Goyri estaba en pie protegiendo su cuerpo, con el arma steampunk descansando en su mano. Levantó el brazo mecánicamente. El primer disparo impactó en el hocio del monoi e hizo que extendiera sus alas para detenerse. El segundo le dio en el pecho e hizo que se sentara en el suelo. El tercer disparo hizo que cayera hacia atrás. Rebeca dejó de disparar. Corrió por el costado del dragón mientras éste intentaba levantarse, aturdido y temblando. Apoyó una pata en el suelo para levantarse y vi que Rebeca rodaba por el suelo para no ser aplastada. Desde allí levantó el arma de nuevo y disparó en la cabeza del dragón, que salió impulsada hacia un lado como si un semejante lo hubiera pateado.
Hizo un gesto con la cabeza como si fuese a vomitar. Rebeca intentó disparar, pero su arma hizo clic.
Salí de mi estupor y espoleé el caballo para recogerla, sin saber lo que sería de mí si caía del caballo. No pude ni recogerla. El dragón se movió hacia nosotros y sólo atiné a tapar los ojos de mi montura para que no huyera y así seguir cubriendo a Rebeca.
Oí y noté un golpe en el suelo, tremendo, como si una casa hubiese sido dinamitada.
Abrí los ojos y allí estaba el cuello y la cabeza del dragón, muerto a nuestros pies.
Rebeca me miró y creo que me saludó con la cabeza, pero no pude verlo bien. Luego salió corriendo hacia Rolando que seguía inmóvil.
Me di cuenta de que había dejado solo a Brau demasiado tiempo y, aunque me remordiera dejar a Rolando malherido decidí volver.
Me contó todo lo que me había perdido. Blanca debió caer al suelo y quizá perder la consciencia porque todos los nagishi se había lanzado al ataque. Agarraban a los hombres y los tiraban por los aires o les mordían el cuello y la cabeza. Algunos disparos los detenían y algunos machetazos los mataban, pero su ventaja era demasiado clara. Detuvieron incluso el ataque por el flanco de los motoristas. Lo controlaban todo. Estaban acabando con nosotros y nuestro ataque.
Desesperado, le pedía Brau que hiciera algo. Se apoyó en mi mano y cerró los ojos, buscando también él, controlándolo todo.
Mientras tanto, los soldados del verdadero ejército se situaron en un círculo en pleno centro de la batalla. Levas y manos vacías los defendían del ataque por tierra de los bankeets mientras ellos, rodilla en tierra, apuntaban al cielo con sus gafas de visión nocturna y disparaban a los nagishi intentando conseguir un poco de oxígeno, un descanso.
La sangre ya comenzaba a concentrarse en pequeños riachuelos que descendían por la colina.
Pensé que quizá Brau había intentado despertar a Blanca, pero su plan era mucho más ofensivo.
Coordinó a varias personas a la vez, como supe más tarde, para un sólo ataque.

La batalla

Ha sido anoche y ha sido sangrienta.
He permanecido en retaguardia con un pequeño contigente de visionarios que controlábamos la batalla y organizábamos los movimientos. Bueno, yo ya no soy un visionario, al menos de momento. Cuando Rebeca me quitó mi don, al coger el don de otra persona, el mío parece haberse perdido.
Por suerte, tengo a Brau a mi lado y él... bueno, es un verdadero dios fantasma.
Esto no es un relato y no tengo intención de mantener la incertidumbre hasta el final: hemos vencido.
Pero no sé si habrá servido de algo... aún tenemos que confirmar los informes de los otros dos frentes.
Como ya sabréis, Rodrigo lanzó un guante al enemigo descargando en él toda su ira y arriesgándose a que perdiéramos el elemento sorpresa. Adelantamos el ataque debido a esto... y Rodrigo ha compensado con creces su osadía.
Intentaré explicarme con claridad. Ahora tengo claridad como dos o tres personas pensando juntas.
En primer lugar, haré un recuento.
El comando de la mano vacía: 420 unidades de infantería con armas blancas.
La caballería de acero: 370 motoristas con armas blancas.
Los pájaros del infierno: 30 motoristas con armas de fuego.
La rosa de los vientos: 650 unidades de todo el territorio con armas blancas.
La caballería de la cinta blanca: 25 unidades de caballería con armas blancas.
El último ejército fiel: 40 soldados perfectamente pertrechados con armas blancas y de fuego.
Los heraldos de la victoria: 12 héroes con Nuiz y armas especiales.

Esos éramos nosotros. Con respecto a ellos hemos anotado unos 2000 nagishi. Sólo al verlos en las colinas, cables de alta tensión y árboles ya imáginabamos imposible la victoria.
No hemos encontrado edterram, pero muchas tribus nómadas de bankeets haciendo un total de unos 400. Si habéis visto a estos monstruos de cerca, a estos terribles saurios humanoides armados con hachas de hueso, tubos de escape afilados y cuerdas adornadas con craneos os daréis cuenta de que eran muchos. Y terribles.
Había un monoi, y aunque sólo fuera uno, fue suficiente para descorazonarnos.
Y estaba Ella, a la que aún no hemos puesto nombre.
Avanzamos con una formación central de infantería y apostamos a toda la caballería motorizada en los flancos, para que pudiesen llegar con rapidez al objetivo y poner las cargas explosivos. Este objetivo era uno de los muchos molinos de viento modernos que pueblan las colinas que rodean el Campo de Gibraltar.
Decidimos que Blanca y sus bolas de monoi eran nuestra única opción para retrasar el ataque de los nagishi aunque no sabíamos cuánto tiempo ni a cuántos podría retener usando este poder, ni qué coste tendría para ella. Mientras avanzábamos encendíamos las antorchas porque si algo teníamos claro era que ellos tenían ventaja en la oscuridad, siempre y cuando no los cegáramos con fuego.
En primera linea de combate estaban nuestros soldados más jóvenes y rápidos. Ellos vieron como los bankeets abandonaban sus altares y rugían al cielo estrellado antes de lanzarse a la matanza.
Nuestros ágiles soldados lanzaron una andanada de cokteles molotov y salieron corriendo a posiciones más atrasadas para poder sacar sus armas de fuego.
Fue el único ataque que los heraldos de la victoria permitieron hacer antes de intervenir. Cuando los bankeets se alejaron de las llamas lo suficiente para poder localizar a sus presas, entonces atacó Rolando con sus héroes sobrenaturales. Entonces la noche sí que se incendió realmente...
Bueno, parece que es lo que puedo contar hasta ahora. Se reune la plana mayor para acordar el asentamiento y debo estar allí. Espero esta noche poder contaros más cosas.

lunes, 1 de agosto de 2011

GRACIAS

No sé cuántos motivos quedarán para seguir escribiendo en este blog. Quizá no estamos todos los que somos.
En cualquier caso, como sé que Rebeca abrirá nuestras páginas, quiero darle las gracias por lo que ha hecho.
La no locura es el mayor de los alivios que se puedan imaginar.
Sé que no le he dicho adiós, que le he dicho hasta ahora, porque ella no lo va a poder interpretar. Y porque no es justo que una madre lo lleve; tiene cosas mejores que hacer que salvar el mundo.
Sí, Rebeca, no sé si nadie te lo dijo, pero no se puede salvar el mundo sin salvar sus partes, sus personas y sus corazones.
A todos los rezagados que quizá nos lean: mañana nos movemos hacia El Carpio, donde seguramente dejaremos a los heridos de menos gravedad. Aquí en Santa Elena hemos dejado a los que peor lo llevan y se quedará un contingente de comunicación que también nos cubrirá la retaguardia. No sabemos si los demonios cuentan con algún ejército humano fiel que esté esperando la llegada del Rey.
Ahora, cualquier cosa es posible.
En cuatro días estaremos en Jerez y, después de reclutar a las fuerzas de Andalucía occidental que están esperándonos, nos dirigiremos a nuestro verdadero objetivo:
Tarifa.