El ejército de la mano vacía ha acudido a mi llamada. Están en nuestro campamento. Unidos a nuestros hombres y mujeres somos casi 300 guerreros sanos.
Es obvio que no me incluyo entre ellos, aunque yo también iré. Un artesano llamado Forges me ha fabricado una silla de montar adaptada para que pueda cabalgar como cuando era un chavito.
Debemos confiar en que los líderes de esta invasión han sido destruídos en su mayoría y los que queden no tienen capacidad de organización para defender las estaciones.
Estamos a la espera de un resultado importante y de que los pocos traidores que se han refugiado en Pekín sigan lamiéndose sus heridas, así que tenemos que arriesgarnos.
Por eso, convoco a todos los valientes, todos los que puedan sujetar un martillo o conducir una furgoneta, a que se unan al ejército que va a tomar uno de los tres objetivos. Porque es aquí que está uno de esos objetivos, en la península ibérica, bien al sur.
Todos los detalles serán dados en su momento pero ahora es prioritaria que nos reunamos en el paso de Despeñaperros. Será un largo camino y necesitaremos vehículos, caballos, armas y víveres.
Os pediremos ayuda a todos los que no podáis seguirnos, agua, material de primeros auxilios, combustible.
Si tenéis sangre en vuestro corazón y coraje en vuestras almas, si tenéis dos piernas y aún queréis luchar por nuestro mundo, ¡marchad hacia Despeñaperros!
¡De ahí, hacia la batalla!
No sé si queréis saber. No sé si quiero enseñar.
No sé si será que estoy equivocado como decían los médicos o si será que salvaré a cientos de miles, como decían mis sueños. Os pido mientras que no me toméis por loco. Si lo estoy, seguro que yo seré el primero en tenerles informados. Tírenme con silla y todo al cubo de basura y celebren como no celebraron nunca. Y yo reiré de purita alegría desde la mierda. Mientras tanto, lean con los ojos bien abiertos igual que los ahogaditos.
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